Después de años viendo cómo el silencio, los tabúes y la desinformación siguen marcando a generaciones enteras, he decidido dar un paso más y crear un espacio para hablar claro:
He abierto un perfil de Instagram dedicado a la educación sexual.
Un espacio para desmontar mitos, hablar de consentimiento, cuerpos, placer, vínculos, emociones y derechos.
Un lugar donde educar sin vergüenza, sin juicios y con evidencia científica.
Un espacio que también hubiera necesitado en mi adolescencia.
Hoy publico el primer vídeo de presentación y me encantaría contar con vuestro apoyo.
Si trabajas en educación, salud, psicología, comunicación o simplemente crees que educar también es cuidar, te invito a seguirme y compartir.
Instagram: @gallegom_i
Porque la educación sexual no es una opción.
Es una herramienta para la libertad, el autocuidado y las relaciones sanas.
Gracias por acompañarme en este proyecto.
En redes, muchos adolescentes confunden feminismo (búsqueda de igualdad) con hembrismo (prejuicio contra los hombres). La distorsión nace de la infoxicación, los memes descontextualizados y discursos polarizados. Para ello propongo un kit de aula con 5 dinámicas breves, un marco de conversación y una mini-rúbrica de evaluación.
En tutorías y pasillos escucho frases como: “el feminismo odia a los hombres”. No es maldad: es un malentendido alimentado por algoritmos que premian el choque, no el matiz. La buena noticia: este malentendido es enseñable.
Feminismo: movimiento social y político que busca la igualdad real entre mujeres y hombres en derechos, oportunidades y trato.
Hembrismo (misandria): prejuicio u hostilidad hacia los hombres por ser hombres.
Idea clave: No son sinónimos. Un movimiento por la igualdad no puede sostenerse sobre la discriminación.
Memes y titulares cortos: simplifican hasta convertir matices en bandos.
Lenguaje de trinchera: “conmigo o contra mí” ahoga el pensamiento crítico.
Anécdotas virales > datos: una captura polémica rinde más que una definición rigurosa.
Desconexión con la historia: se desconoce qué derechos costó conseguir y cuáles siguen en construcción.
Mitos vs. Realidad
Análisis de memes (alfabetización mediática)
Línea del tiempo: antes/ahora/pendiente
Role-play de perspectivas
Semáforo del lenguaje
Acuerdo previo: “Aquí debatimos ideas, no personas.”
Curiosidad radical: empieza por preguntar, no por etiquetar.
Steelman: resume la postura de la otra persona hasta que ella misma diga “sí, eso quise decir”.
Regla 2/1: por cada afirmación, 2 preguntas que busquen evidencia y contexto.
Cierre con puntos comunes: identifica acuerdos mínimos (p. ej., “nadie quiere violencia ni desigualdad”).
Precisión conceptual (0–3): diferencia correctamente feminismo/hembrismo.
Uso de evidencia (0–3): cita al menos 2 fuentes o ejemplos verificables.
Escucha y respeto (0–2): no interrumpe, no descalifica.
Revisión del propio sesgo (0–2): identifica una idea que cambió o se matizó.
Carrusel “Mito vs Realidad” (5–7 diapositivas).
Glosario exprés: igualdad, equidad, sexismo, techo de cristal, hembrismo, androcentrismo.
Reto TikTok/IG Reels: “Define igualdad sin usar la palabra igualdad” (15–30 s).
Familias: guía de 5 preguntas para hablar en casa sin bronca:
Educar en igualdad no es adoctrinar; es alfabetizar: dar herramientas para distinguir ideas de insultos, datos de ruido y derechos de privilegios. Si logramos que un adolescente diga “vale, ya entiendo la diferencia”, hemos bajado el volumen del conflicto y subido el de la comprensión.
El consentimiento no es un botón binario, es una competencia relacional que se entrena en contextos cotidianos: pedir, ofrecer, revisar acuerdos, sostener un “no” sin castigo social y reparar si nos equivocamos.
Piensa en el consentimiento como FRIES (por sus siglas en inglés): Freely given (libre), Reversible (revocable), Informed (informado), Enthusiastic (voluntario y con ganas), Specific (específico). No basta un “sí” genérico: importa quién, a qué, cuándo y en qué condiciones.
Qué proponemos: integrar micro-prácticas de consentimiento en rutinas de aula (pedir material, compartir trabajos, grabar vídeos, elegir parejas de trabajo). Por qué funciona:
Transferencia de aprendizaje. Si solo se trabaja en Tutoría, el alumnado no lo transfiere a Lengua, Educación Física o Tecnología. La práctica frecuente y distribuida favorece que se vuelva automático.
Clima de seguridad. Cuando el grupo observa que decir “no” no acarrea burla ni represalia, aumenta la participación, la creatividad y la honestidad en la evaluación entre iguales.
Prevención primaria. Antes de hablar de situaciones complejas, entrenamos el músculo de pedir permiso, escuchar límites y renegociar. Es prevención sin alarmismo.
1) Autoconocimiento (reconozco qué quiero/necesito).
Acción: mini-diario semanal: “Esta semana dije ‘no’ a… / Me vino bien cuando…”.
Justificación: identificar estados internos reduce respuestas automáticas por presión de grupo y mejora la autorregulación.
2) Asertividad (expreso límites y deseos con claridad y respeto).
Acción: banco de frases modelo visibles en el aula (“Prefiero no”, “Ahora no; te propongo mañana”).
Justificación: proveer lenguaje explícito baja la carga cognitiva en momentos tensos; el alumnado no ‘inventa’ sobre la marcha.
3) Lectura del contexto (detecto asimetrías de poder y presiones).
Acción: análisis guiado de escenas (clase, patio, redes): ¿quién tiene más a ganar/perder?, ¿hay prisa, público, reputación en juego?
Justificación: nombrar las asimetrías hace visible la libertad real para decidir.
4) Empatía y corresponsabilidad (me pregunto por el impacto en otras personas).
Acción: role-plays con pausa: “¿Qué señales de incomodidad ves? ¿Qué alternativa puedes ofrecer?”
Justificación: el ensayo con feedback convierte valores en conductas observables.
5) Revisión continua (el consentimiento cambia).
Acción: ‘semáforo’ en proyectos largos: a mitad, el grupo revisa acuerdos y puede revocar permisos (p.ej., retirar una foto del tablón).
Justificación: practicamos que cambiar de opinión es legítimo y operativo.
Cómo: reparte tarjetas 🟢 “sí”, 🟡 “ahora no/condiciones”, 🔴 “no”. Plantea peticiones cotidianas (“¿Te grabo explicando el problema?”, “¿Comparto tu infografía en el grupo?”). Cada quien responde levantando tarjeta y, si quiere, añade condición (“sí, pero sin mi nombre”).
Por qué funciona: reduce ansiedad (respuesta no verbal disponible), normaliza el “no” y entrena la especificidad (“sí, pero solo en clase”). Es accesible para NEE/TEA por su componente visual y binario/multinivel.
Cómo: cada equipo redacta 3 reglas (“Pedimos permiso antes de compartir trabajos”, “Aceptamos un ‘no’ sin insistir”). Se revisa a mitad de proyecto.
Por qué funciona: convierte valores en normas locales con agencia. Al revisarlo, practicamos la revocación y la reparación si algo no fue bien.
Cómo: escenas breves donde alguien cambia de idea: “Dije que sí a salir en el vídeo del experimento, pero ahora prefiero no.” La otra parte debe responder validando y ofreciendo alternativa (p.ej., “te grabo solo la voz”).
Por qué funciona: entrenamos lenguaje específico, gestión de frustración y alternativas no punitivas. El foco está en cómo se responde, no en “ganar”.
Cómo: cartel con columnas: “Pedir”, “Ofrecer”, “Negar”, “Renegociar”, “Agradecer el límite”. Ejemplos:
Pedir: “¿Te parece bien que…?”
Negar: “Prefiero que no / ahora no.”
Renegociar: “Puedo compartir, pero solo en el aula.”
Agradecer: “Gracias por decírmelo con claridad.” Por qué funciona: reduce el coste social de poner límites y modela un tono respetuoso que el grupo puede imitar.
Cómo: trae una escena (serie, videoclip, anuncio) donde hay presión/silencio/ambigüedad. El alumnado identifica señales, reescribe diálogos con consentimiento afirmativo y situado (quién, qué, para qué, dónde).
Por qué funciona: alfabetiza en narrativas que moldean expectativas y corrige la idea de que “si no dice no, es sí”.
Objetivo: mejorar prácticas, no “poner nota a los valores”. Úsala como autoevaluación y coevaluación.
Por qué así: los descriptores son conductas visibles, no rasgos (“educado”, “empático”). Esto mejora la fiabilidad entre docentes y ayuda al alumnado a saber qué hacer distinto mañana.
Guiones visuales y pictogramas. Tarjetas con “sí / no / ahora no / prefiero X”. → Justificación: el soporte visual reduce demanda de procesamiento y ofrece alternativas no verbales.
Scripts previos y ensayo guiado. Antes del role-play abierto, practicar frases concretas en parejas. → Justificación: el ensayo con andamiaje evita saturación sensorial y favorece la participación.
Tiempo de latencia. Tras una petición, contar 5–10 segundos antes de repetir o cambiar de tema. → Justificación: respeta tiempos de procesamiento y disminuye respuestas impulsivas por presión.
Lenguaje literal y coherente. Evitar ambigüedades (“ya veremos”) y usar verbos claros (“sí/no/ahora no/propongo…”). → Justificación: reduce interpretaciones y conflictos por pragmas del lenguaje.
Opción de canal. Permitir responder por escrito, con tarjeta o con señas. → Justificación: la accesibilidad también es poder elegir el medio de expresión.
Construir una cultura de consentimiento no es un proyecto extra: es cómo hacemos lo que ya hacemos, con más claridad, revocabilidad y cuidado. Si aplicas alguna de estas acciones, cuéntame qué cambió en tu aula.